“Brétemas en rabaño, aramado de constelacións”.
No poemario El tiempo menos solo Abraham Gragera manexa claves e tempo clásicos e recíclaos nunha realidade contemporánea; establece conexións ou constelacións co tempo, o tempo e a súa medida. Humana e natural. O tempo, as súas soidades e a súa palabra para traducir o intraducible.
Un dos poemas, en 9 seccións, titúlase «La oveja». Poderiamos pensar que se trata dunha alegoría, que a ovella representa outra cousa, algo odiseico, unha vulnerabilidade ou unha arcadia ao Garcilaso de la Vega, pero o primeiro verso déixanolo claro: a loita é coa alegoría: «Como falarei de ti sen alegorizar.»
Ao outro lado da partitura, o compositor Hugo Gómez-Chao loita contra a alegoría musical. A música é música, armazón de son, crepitación, eco: un universo lingüístico en si mesmo que, malia servirse en ocasións de palabras doutras obras ou contextos, acaba mutándoas sen remedio. Como aclara o compositor suízo Beat Furrer, unha das súas influencias: «compoñer non me interesaría se tivese a impresión de estar reproducindo un concepto ben sabido no canto de dar un paso nunha nova dirección».
En El tiempo menos solo avanzamos nunha nova dirección ao longo destas nove escenas en compaña de percusión, piano, frauta, corda, coro e mais solista. A presenza musical é case en todo momento unha liña crebada, tan lírica como desacougante, minuciosamente empeñada na fraxilidade da linguaxe, no efémero e a súa sombra proxectada, máis longa e fonda. Lévanos a un tempo que se disolve «entre el polvo y los puntos suspensivos» e déixanos albiscar a beleza como por un microscopio electrónico.
A dimensión de El tiempo menos solo é molecular. O seu reino énchese de funguidos, electróns, sforzandi seguidos de languidez, unha articulación imposible ou inacadable, como un tempo que se quedase á intemperie, titilante. A articulación da voz é ás veces un tremelucir, un cristal, como o é a corda ou o piano, percusión de vidro ou de chumbo ou de mercurio. Gómez-Chao toma libremente os poemas do libro [a serie de «La oveja», pero tamén «Los años mudos»] e vivisecciónaos, ábreos en toros, como un bodegón de versos en carne viva, reduce a sílabas ou fonemas. Transforma o canto nun órgano primordial, de balbucidos e borboriños, de vocalizacións e sibilantes, e a instrumentación un rabaño de brétemas, un aramado de constelacións.
«Pero también perdimos la palabra
mucho antes, antes de que supiéramos siquiera
que la palabra existía».
A sensación de perda e de reconexión coa palabra e o son é constante, como unha emisión de frecuencias de radio que se atrapase ao voo, e só parcialmente. Hai textura e pronuntiatio, unha atmosfera de naturezas vivas e intrigantes, se cadra insectos, pólas ou pozos, voces de madeira, corda e larinxe que se entretecen como cadeixas de la, xustapostas, superpostas. A urdime é sonoridade, a materia prima da linguaxe, o xersei de la da infancia co que todos aprendemos a contar o mundo, o tempo, as súas mutacións, a soidade que canta.
«…es el tiempo
el que cambia
o sólo lo hace nuestra forma de recordar?»
Poemas de El tiempo menos solo nos que se basea a obra que escoitaredes:
CÓMO hablaré de ti sin alegorizar
estás tan connotada
ahí, junto al arbusto
cómo describiré la nada
acogedora noche en su término justo
el rebaño de brumas que se te viene encima
el ladrido distante
del viento de noviembre, dime
con qué rima
Más que a los ritos de los sacerdotes
me recuerdas a Ulises en su pantomima
me recuerdas a Nadie
aunque tú estás más sola en tu Ninguna
eres como el extremo
de una nube delante de la luna
parece que te mira con ansia Polifemo
tan barroca
parece que la noche toda es boca
Dan ganas de tocarte
alivia verte así, desde tan lejos
cercada por la O del telescopio
pastora de tu nombre
recuerdas a los astros y a los viejos
aprendices de hombre
su futuro
el rumor de las olas en el mar
la tumba sin cerrar de Palinuro
Quién sabe cuántas veces
has conjugado el verbo ir
en el imperativo de ver dónde termina
quién sabe por qué aquí
casi dentro de siempre
como todos
te dejas acunar igual que una piscina
rodeada de sed por el océano
has doblado los codos
Porque tu sed es dulce y tu balido
no puede traducirse
tu mudez
no puede pronunciarse en otra lengua
que la del ciervo huido
pero tú me pareces más hermosa
más digna de sacar la lengua
harta como un onagro
del desierto, al futuro del milagro
Porque tu sed es dulce
y sales en los libros de oraciones
allá en el reino de los cielos
quizá te envidian las constelaciones
y la Tierra
que ignora en qué constelación está encerrada
tal vez tirita como tú
el frío es universal
cada constelación una alambrada
Un puñado de sal
contra la gran costumbre de lo oscuro
unos ojos que lloran
universo
es poco más, oveja
que un dibujo en el vaho de la ventana
o los trozos perdidos de algún muro
es como una madeja
tejida entre el aliento y la mañana
Tú ya no la verás probablemente
qué sé yo
qué ven tus ojos dónde
si te has perdido porque estás demente
o como el último ejemplar
de todo lo que existe es cada cosa
te has buscado un altar
donde ser cosa antes de ser inexistente
Como la mariposa
es el alma
y tú sólo la humilde
la oruga que no cabe en su capullo
a quién darás abrigo
pareces una tilde
dormida sobre una vocal abierta
mirando hacia ojalá
y yo mirando hacia ojalá contigo
sólo que estás despierta
PERO también perdimos la palabra
mucho antes, antes de que supiéramos siquiera
que la palabra existía
mucho antes de nosotros y de los que existieron antes
junto a nosotros, en los huecos que dejamos al cambiar de
lugar, en cada instante
que inauguramos. Así que no es motivo de preocupación, más
bien una posibilidad inesperada
de amar nuestra lengua porque una vez amamos la palabra
que dispersó las lenguas, sin ser estrictamente religiosos, ni
vulnerables a las profecías.
Me pregunto por qué pasó de largo la poesía
frente a nuestros intentos de adquirir dominio público, y nos
dejó de este modo, imaginando
con tanta imprecisión tragedias generalmente aceptadas, por los
que sufren y por los que persiguen
transformar sus asuntos en ejemplos. Por qué es difícil escribir,
por qué no basta
el simple amor porque las cosas sean
incapaces de aceptar el yugo, lo literal de nuestras voluntariosas
aproximaciones: los barcos mugen, crepusculares, las gaviotas
levantan
su torre de Babel en la corriente térmica; el sol se agita como un
saltamontes entre el bajo voltaje de las chicharras
y en los muros del solar abandonado las telarañas recuerdan
a la espuma marina. ¿Qué pensarán las nubes, es el tiempo el
que cambia
o sólo lo hace nuestra forma de recordar? ¿Está nuestra ilusión
del otro lado, por eso nos dispara por la espalda
y nos sentimos la espalda del futuro, y lo sabemos? Nos ha
costado tanto llegar hasta el presente
que es demasiado tarde para ser mañana.
Por eso es cada vez la última.
Y agobiados hasta lo interminable, con vergüenza de ser como
las falsas etimologías,
con aire silencioso, de futuros conocidos, tratamos de encarnar
en lo posible
este amor imposible
por todo lo que es, perece y muda.
Porque en nuestro futuro no hay memoria
y somos el futuro de todo lo que está a nuestras espaldas.